miércoles, 23 de marzo de 2011

Bessie Mae


Realmente no tengo motivos suficientes para dedicarle esta entrada a Elizabeth Taylor, no he seguido su filmografía de forma incondicional, no me ha llegado a conmover especialmente con sus actuaciones e incluso siempre la he visto como una persona poco cercana y algo extravagante, siguiendo los canones de toda una estrella.
Pero hace un tiempo escuché una historia de ella, que para mí, personalmente, me hizo mirar sus ojos de otra forma.
Se sabe que su eterno amigo y compañero de rodaje, el también actor Montgomery Clift, durante el rodaje de El árbol de la vida sufrío un grave accidente de coche, desfigurándole la cara y sumiéndolo en el suicidio más largo vivido de Hollywood. La primera persona que llegó al lugar del accidente fué su compañera de rodaje, Liz Taylor, y que ésta, con sangre fría y un temple que abruma, lo salvo de la muerte por asfixia arrancándole dos dientes que el actor tenía incrustados en la garganta.
Después de haber relatado esta anécdota, sí puedo decir que hay motivos para recordarla el día de su muerte, no solamente por el hecho de salvar la vida de su amigo, sino por el hecho de salvar una vida.

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