miércoles, 18 de mayo de 2011

21

Y me muerdo el labio mientras viajo en la parte trasera de todos los coches, y levanto altares clandestinos dónde nació y murió el pecado, y disfruto imaginando al eterno errante entregando su muerte al propio camino, y me estremezco al verte sumido en esa narcótica ceguera, y aún sigo esperando al amanecer tras haber visto los diez anteriores, y hurto las lágrimas del miedo mudo, y hago el balance del viaje como siempre suele hacerse, cuando el viaje ya ha acabado, y me arde la garganta por haber perdido antes de tiempo los 21, los 21 gramos que se pierden instantáneamente cuando uno muere, los 21 gramos que dicen que pesa el alma...

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