sábado, 14 de enero de 2012

Una como la mía

En un pelo que se despeina, en unos ojos que miran y ven, en la pestaña que lee, en una boca que calla para escuchar o en una palabra que se dice, en la sonrisa que se muestra, en la mano que coge y acoge, en el hombro que recoge, en la sangre que mana, en el pecho que se revoluciona incluso en el vientre que aprisiona. La pelvis que danza, la rodilla que se quiebra y los tobillos que aguantan.
No, el alma no está ni en el cerebro ni en el corazón.

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