jueves, 10 de noviembre de 2011

Seudónimo anónimo

Todo acabó, como hacen todos los amores imposibles, de una forma tóxica, como el viejo y el mar se aman y odian al mismo tiempo. Hasta el día en que te conocí, mi vida no era más que otro capitulo de esta historia universal de la infamia. Pero decidí ser un quijote de mi propia metamorfosis y luchar contra la crónica de una muerte anunciada.
Me gustó jugar a ser los miserables intérpretes de la historia de una escalera, la misma dónde se fraguó el diario de Anna, soñando cada día ser poeta en Nueva York.
Nos lanzamos a una guerra y paz continua que nos desembocaría a nuestro propio crimen y castigo.
Aún así, se me ocurrió hacer temblar los mismísimos pilares de la Tierra, como un digno hijo de la droga, sin saber que ésto podría acabar en una boda de sangre.
Te escribí en un manuscrito carmesí, en el nombre de la rosa, que pasáramos a través del espejo y rompiésemos este venenoso tiempo de silencio. Y asi me llego tu respuesta, a sangre fría y anunciando otros cien años de soledad:
Lo único que quedará entre tu y yo, será la literatura.

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