miércoles, 22 de junio de 2011

One

Sólo un fuego tenue y agonizante acompañaba la estancia, tú, de píe, erguido, cada músculo de tu anatomía se encontraba tenso y a la vez etéreo, como si le estuvieran cantando una oda al propio Miguel Angel, tus ojos se hallaban cegados por el antifaz de los años y tu esencia corría más viva que nunca entre mis dedos.
Por fín, nuestra corporeidad entregada a eso que llaman sino, tu boca latente y muda como quién guarda el mayor de los secretos y yo a la zaga del mayor de los enigmas, un enigma que había pintando a carbón cualquiera de los anocheceres vividos. Lo tenía, en ese instante obtuve la respuesta a tan sinuoso arcano, escalé hacia tu oído y dije: Io son l'amore, io son la vita, io son l'amor...

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