Por fín, nuestra corporeidad entregada a eso que llaman sino, tu boca latente y muda como quién guarda el mayor de los secretos y yo a la zaga del mayor de los enigmas, un enigma que había pintando a carbón cualquiera de los anocheceres vividos. Lo tenía, en ese instante obtuve la respuesta a tan sinuoso arcano, escalé hacia tu oído y dije: Io son l'amore, io son la vita, io son l'amor...
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