Un texto pobremente declamado, aunque sí, profusamente sentido de forma que la piel ya no era piel, el cuerpo no era tal cosa, y los ojos pétreos de la audiencia me hacían cromáticamente mutante e indómito. Nadie de los allí presentes podría si quiera mentar la verdadera naturaleza de mi inherente esencia porque en el momento que ésto ocurriese estaría arrastrado a la muerte que tan burlona y cruel otorga el silencio y el olvido.
Phren, errante sostén del orbe y fruto del deseo mudo, nadie, nunca nadie podrá nombrarte...
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