¡Ah, no! Estás ahí, sólo habías decidido ir al baño en el momento más inoportuno. Saludos, una risa nerviosa por mi parte y una sonrisa que desarmaría al mayor de los ejércitos por la tuya. Conversación trivial aderezada de una mutua jactancia al comprobar que nosotros, sí, nosotros habíamos ganado un pequeño duelo más a la sociedad convencional de ahora, de ayer y de siempre.
Como yo vaticinaba, nos peleamos por la película, yo hago como que intento ganar aunque no sabes que esta pequeña victoria siempre llevó tu nombre.
Entramos en la sala, gracias a Dios, estos momentos se me estaban haciendo eternos y fugaces al mismo tiempo. No hemos comprado palomitas ni refresco, no somos de ese tipo de cinéfilos, no necesitamos de la sal ni del dulce para dejarnos llevar por una película. La película es lo de menos, lo único que me grita en el pensamiento es tu brazo apoyado al lado del mío,sin tocarnos, sólo eso.
A la salida, intercambiamos opiniones de lo que hemos visto. No todo iba a ser innovador en esta noche... Esta vez, no se inicia ninguna pequeña lucha. La cosa parece ir 1-2.
Pero en éste momento lo vuelves a destruir y construir todo, empiezas a mostrarte insondable, pero a la vez te muestras a mis ojos más vulnerable que nunca. Un futuro nublado, un presente algo gris y un pasado brillante. Un infancia muy feliz y omnipresente, una madre casi castrense, un padre invisible, mil noches de cara al oscuro talento y ninguna mañana frente al esplendido éxito...
El alba llega y nos manda a dormir. Promesas de dudoso cumplimiento. Despedida.
Realidad: Sufro de verborrea y creo que tú, tú tienes la cura.